CRÓNICA DE LA PELÍCULA

UN RECUERDO DE LUZ Y ESPERANZA

Hoy, tres años después, Maggi se prepara una vez más para visitar a su hija. Mientras arregla su bolso con lo necesario sin olvidar las uvas moradas que tanto le gustan. Sus ojos se encharcan y no puede contener las lágrimas que ruedan por su mejilla. Entretanto, los pensamientos van y vienen por su cabeza con recuerdos y memorias de su vida años atrás…

En un instante, pasaron por su mente imágenes de su existencia como si fuera una película con tomas sin repetición, en cámara lenta… Comenzó su recorrido recordando cuando le anunciaron que sería madre. A su edad, nunca pensó que tendría la esperanza de volver realidad su sueño, 10 de octubre, fue tan inolvidable como el día del nacimiento de su lucero, como ella le decía a su hija, era su lucero porque además de darle brillo a su vida, era rubia, de cabello crespo, piel blanca y ojos verdes que le daba un toque de especial resplandor y quien fue el producto de un amor fugaz que se había convertido en una linda esperanza de vida y felicidad.

Año tras año, Maggi, le celebraba el cumpleaños a su pequeña, y al llegar al quinto, la niña había desmejorado su aspecto físico y su vivaz aliento, se estaba apagando, su madre, asustada, la hizo revisar de diferentes especialistas hasta que después de muchos análisis y noches de trasnocho, le fue diagnosticada una extraña enfermedad, la cual podría ser controlada pero no superada, aún no tenían un medicamento concreto y efectivo que le aliviara su mal.

A su pequeña estrella, su luz se le estaba opacando, cada día más, a pesar de los esfuerzos médicos, humanos y sobre todo del desinteresado amor y compañía de su madre, este doloroso proceso era inevitable y tendría un fin, pero no feliz. Aquel vestido azul, largo, con lentejuelas que tanto quiso su pequeña pudo lucirlo solo hasta el día de su muerte, hasta el día en el que le dieron su último adiós.

Una tarde de verano, mientras miraba a través de la ventana a los niños jugar en el parque, unos corriendo tras un balón amarillo, las niñas saltando lazo y otros saboreando un helado, los ojos de su hija se cerraron para siempre, Maggi, al verla, sintió que al irse su pequeña, con ella se llevaba su vida. De inmediato llamó a una enfermera, ésta al llegar toma su pulso, trató de reanimarla desesperadamente, su madre la llama llorando, suplicante le dice que no la deje tan pronto, las enfermera llama al médica y por más de tratar de revivirla, no fue posible, y con su cabeza le asienta lo temido, “no hay nada que hacer, lo siento”, dice con tristeza.

Si, hoy, tres años después, Maggi, visita a su hija, pero solo puede verla y hablarle con su imaginación, porque una lápida fría y dura, le impide estar más cerca de su lucero, una vez más está sentada al lado su tumba, hablándole y contándole los pormenores de su vida, además de cuanto la extraña y que tan diferente sería su existir si ella estuviera a su lado. Antes de partir, Maggi, le deja a su hija las uvas moradas que tanto disfrutaba, como símbolo de unión entre ellas, y como una forma de hacerle saber que su vida continuará siendo iluminada con su recuerdo de luz y esperanza.

Tomado de: Pelícua nueve vidas. La historia de Maggi.

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